Hoy quiero compartir con vosotros una historia real, algo que para mí es importante, porque como persona que me dedico a la sanación es un gozo poder ver los cambios que se van produciendo en alguien que ha acudido a mí y que día a día observo y siento, cada vez que viene, cómo se va transformando.
Hace ya tiempo, llegó a mi consulta una persona traída por el dolor. Había peregrinado antes por otros espacios de la medicina buscando que su dolor desapareciera, sin resultado, y un buen día nos encontramos.
Hablamos de su dolor y también de ella, y poco a poco fuimos profundizando en aspectos que no se les da demasiada importancia. Ya saben, parece que sólo la parte física es real, como si lo otro no existiera.
Esta persona había pasado su vida tratando de cumplir las expectativas de los demás, de que estuvieran contentos todos, de estar siempre ahí cuando fuera requerida, de hacer las cosas como hay que hacerlas…, en fin, no había comenzado a ser ella misma, siempre había sido y se había comportado como los demás esperaban, deseaban o reclamaban.
Empezó a identificar cosas en sí misma, pensamientos, ideas, sentires, necesidades, y también los elementos externos que influían para que ella actuara como siempre lo había hecho.
Poco a poco comenzó a dar su propia respuesta y eso causó extrañeza al principio, casi incredulidad, para convertirse luego en exigencia de que fuera todo como siempre había sido, unido a todo tipo de enfados y chantajes emocionales.
Esta persona, cuya identidad poco importa y en la seguro se puede reconocer más de una, se mantuvo firme en sus respuestas, como el niño que está aprendiendo a andar y no se da por vencido por mas veces que se caiga, y este ha sido y está siendo un tiempo de descubrimiento en que el dolor asoma todavía, no acaba de despedirse, pero su relación con él no tiene nada que ver.
Yo estoy satisfecho de asistir al nacimiento de un nuevo ser, un ser que en su descubrimiento está tomando el poder de su vida, reconociendo muchas cosas, retomando ilusiones y proyectos, expresándose por sí misma, demostrando a los demás que tiene criterio, que piensa, que toma sus decisiones sin importarle si los demás se ríen o dicen que son tonterías.
Para mí no es una tontería, sino un privilegio, que un ser humano se plantee comenzar a vivir de verdad su vida y de su respuesta, su acción que nadie puede dar por él, su testimonio auténtico, justo en un momento en el que la humanidad está tan deteriorada y hace falta que cada cual, cada uno, no se conforme con la comodidad, el miedo, las normas caducas o la costumbre.
Sólo podemos ser una cosa, nosotros mismos, y de ello depende el sentido de nuestra vida. En última instancia, cuando el cuerpo duele es porque duele el alma y ésta ya no resiste más sin que el cuerpo lo sienta. ¿Qué dolor es peor? ¿Se puede sanar un dolor del cuerpo sin atender el del alma?
Nadie enferma si su psiquismo está en armonía, de ahí aquel viejo axioma que dice: “Mens sana in corpore sano”.
Los antiguos, que conocían la manera adecuada de vivir, siguieron el modelo del Yin y del Yang, que es el modelo permanente del Cielo y la Tierra, permanecieron en armonía con los símbolos numéricos que son los grandes principios de la vida humana, comieron y bebieron con moderación, vivieron su vida diaria siguiendo un modelo ordenado sin excesos ni abusos. Por este motivo, sus mentes y sus cuerpos permanecieron en perfecta armonía entre ellos y, consecuentemente, pudieron vivir entera la duración natural de su vida y morir a la edad de más de ciento veinte años. (So Wen – Libro I)