28 septiembre 2008

Ser de Luz


Millones de células formando carne y huesos,
millones de millones de células puestas de acuerdo
para aceptarse en sus diferencias y trabajar unidas,
billones de células yendo más allá de sí mismas
para formar algo mucho más grande,
un gran ser que ni siquiera repara en ellas
o, como mucho, las ve como partes aisladas de sí mismo,
y no duda en envenenarlas y matarlas,
cuando por desamor le duelen y su atención reclaman.

Millones de células dispuestas a entregar su vida,
para hacer posible una vida más grande,
sabiendo bien que sólo existe vida
y que su sentido es una vida mucho más amplia,
un ser más grande formado por millones como ellas,
y que cada una, solo para sí misma, no tiene sentido.

¿Sabe ese ser lo que saben sus células?
¿Por qué se empeñan ellas en permanecer unidas?
¿Será para crear un ser de carne y huesos,
que come, duerme, trabaja y no repara en ellas?

¿O es para crear la posibilidad de un ser que ame,
un ser que rompa las cadenas que la forma impone,
las reglas emanadas de la manipulación y el miedo,
la hipócrita moral de corazones estancados,
un ser capaz de entregarse totalmente al sentir de un ideal,
de enfrentarse a la muerte y derrotarla,
levantándose de nuevo vivo, más vivo aun que antes,
para que, finalmente, se disgregue
esa materia que le dio la forma,
indultadas ya sus células, libres ya, como él mismo,
y que de él entonces sólo quede su más íntima esencia,
sin nada que oculte lo que siempre ha sido,
pura luz que viaja por el tiempo y el espacio
sin nadie ni nada que lo impida?

No está hecha la luz para ser guardada en una caja,
ni en un cuarto, un palacio o un cuerpo.
No hay barreras que impidan que la luz se muestre,
no hay condiciones que limiten que la luz se expanda.
Bajo la luz todo se ve más claro,
sólo es cuestión de tiempo,
de células unidas, fusionadas,
dando forma a ese ser humano,
esperando el momento de partir, de irse,
porque ya no hacen falta,
y él sea ya lo que desde siempre fue previsto que fuera:
un Servidor de la Luz,
un Ser de Luz.

22 septiembre 2008

Una gota de lluvia


Una gota de lluvia me cayó desde el cielo,
una pequeña gota que humedeció mi mano,
una gota pequeña con aroma de rosa,
una gota de mar, de sudor, de reclamo.

Gota de ti, de recuerdo, de duda,
gota que llegó a mí en busca de mi mano,
gota pequeña pero gota llena,
llena de amor, entre dulce y amargo.

18 septiembre 2008

Vivir el instante


Vivir el instante, en el instante, como la nube que de pronto se forma contra el azul del cielo, y de la misma forma desaparece.

Permitir que sea total la vivencia del instante, como total la respuesta ante lo que surja, libre de condicionamientos pasados, sin reservas futuras, pura entrega total y confiada en la vida de la que formamos parte, en esa vida que nos vive y nos permite sentir que la vivimos como un inmenso y gozoso regalo.

¿Qué sabemos lo que vendrá después?, ¿acaso eso nos corresponde o lo necesitamos? No, no pertenece eso al instante que se basta por sí mismo, y en su vivencia constante nos lleva a un estar entregado y total, libres de todo peso que nos impida alzar el vuelo, como esa nube, cambiar de forma, dejarnos mecer por el viento mientras nos lleva por lugares jamás imaginados, vivir en un instante eterno de sorpresa y descubrimiento.

Nada falta, nada más hay, todo se da en el instante…

14 septiembre 2008

Añoranza


He añorado tu presencia ausente,
sin ti, sin tus palabras, sin tus letras,
mientras tu ausencia se hacía mas y mas larga.

Te he buscando, insistente, en los lugares
en que, sin saber dónde están, sé que te hallo,
y no encontré ni el rastro de tu paso.

He dejado que llegues hasta mí,
por encima del vacío del no estar,
por ver si te podía seguir sintiendo.

Y al final, me di cuenta de que nunca habías estado ausente,
y que todo este tiempo te sentía
dentro de mí, pues en mi corazón es donde estabas.

04 septiembre 2008

Y después del día...


No vayas a mi tumba y llores
pues no estoy ahí.
Yo no duermo.
Soy un millar de vientos que soplan,
el brillo de un diamante en la nieve,
la luz del sol sobre el grano maduro,
la suave lluvia de verano.
En el silencio delicado del amanecer
soy un ave rápida en vuelo.
No vayas a mi tumba y llores,
no estoy ahí,
yo no morí.

Indio americano anónimo.

No llores por mí, llora por ti,
o mejor aún no llores,
pues tú y yo somos lo mismo
pese al engaño de las apariencias,
apacíguate, entra en tí y me sentirás.
No llores, no tienes motivo,
pues no me fui, estoy aquí, contigo,
siempre estuve y estaré,
en ti, en la tierra, en el rocío,
en el parpadear de las estrellas.
No llores mas por mí,
guarda tu agua para dársela al sediento,
y me la estarás dando a mí.