Sentir, aceptar, seguir...

Sentir

que las palabras no son entendidas,
que lo aprendido, lo escuchado y lo vivido las tiñen de otro color,
que se suponen cosas sin fundamento y no se pregunta,
que se asume y se da por cierto sin saber,
y automáticamente se juzga y se condena,
que cuando la mente se tuerce el corazón se cierra,
que se le abre la puerta a la duda y ésta entra acompañada del miedo,
que el miedo se instala como un okupa y no se quiere ir,
y el ser se siente más seguro bajo su influjo, quieto, inmóvil,
que muere en vida por no vivir la vida,
que palabras de vida fueron ajusticiadas nada más llegar,
que no es fácil aceptar el amor claro y limpio, como hacen los niños,
que todo lo que parece que sobra quizá no estaba,
que era el color de las gafas con que se miraba,
gafas de miope que no quieren que el corazón vea…
que todo es Amor, todo cuanto nos rodea,
que nuestra naturaleza es el amor,
y este impregna hasta la más pequeña célula de nuestro cuerpo,
por muy contaminada que ésta esté.

Y aceptar

un no entredicho,
una falta de respuesta,
un silencio, un vacío, una ausencia,
una huída, una retirada ante la vida,
una falta de fe en uno mismo y en el otro,
el miedo grande, tremendo, viejo conocido.

Y seguir

caminado y sonriendo, aunque a veces falten las ganas,
expresando sentires, regalando palabras, entregando pensamientos,
tratando de hacer sin esperar,
y que la respuesta no cambie lo que hay que dar,
en cualquier caso, de cualquier manera, con cualquier ser,
quizá en cualquier instante se produzca el milagro
de algún nuevo despertar,
quizás algún muerto viviente se quiera levantar,
por si acaso, porque sé bien poco, porque he de hacerlo,
seguir, seguir siempre, aunque cueste, aunque duela,
seguir…