La Tierra, en su espacio bello, en su silencio hermoso y en su aceptación humilde, nos ofrece la posibilidad de servirnos y que, a través de ella, nos sintamos, nos conozcamos, nos convirtamos en lo que por derecho nos corresponde y está esperando ser realizado.
El momento es ya. Ella ya hizo su cambio y ahora es el ser humano quien debe adaptar su frecuencia para que, en sintonía con ella, sea posible permanecer en esta nueva etapa y formar parte de la nueva raza que debe habitarla.
Un nuevo amanecer está ya aquí, el parto ya se produjo, y estamos asistiendo a los dolores de lo nuevo que se abre paso, a las resistencias de lo viejo y caduco que ya no tiene posibilidades de seguir estando pero que no se rinde y no dudará en llevarse por delante todo lo que pueda.
Los cuerpos se duelen, las emociones se desbordan, la mente no entiende nada, ya las teorías no sirven. Es momento de hacer, hay mucho por hacer y cada uno tiene su parte si acepta. Nadie es excluido, todos somos llamados pero la respuesta es de cada cual y se respetará su decisión.
Hay que sanar rápidamente lo que no corresponde, pues todo ello es un impedimento para poder alcanzar el grado que ahora se nos ofrece y sin el cual es imposible permanecer aquí. Es una cuestión práctica, de similitud de frecuencias, y la Tierra ya ha elevado la suya, por eso el hombre debe hacer lo propio para conservar la armonía, en caso contrario la decrepitud, la enfermedad y lo que llamamos muerte harán su parte para que éste pueda continuar donde corresponda, pero no aquí.
Sí, aun entre el aparente caos que vivimos existe una razón y un sentido, todo forma parte de un Plan perfecto. Es momento de tomar una decisión crucial. Ya nada será como antes. La nueva Tierra, esplendorosa, radiante, amante, está preparada para acogernos de nuevo. Urge sanarnos.