02 noviembre 2014
Celebrar la vida
Ocúpate solo de vivir,
que cada instante se valga por sí mismo,
deja a cada cual caminar su camino,
y que nada ni nadie desvíe tus pasos.
Contempla todo con desapego,
la propia contemplación te lo permite,
sólo cuando sales de tí
crees que las cosas te suceden.
Sé como el niño pequeño,
no hagas planes para dentro de un minuto,
olvida rápido lo que acaba de suceder
y sumérgete en el momento presente.
No te preocupes por el mañana,
quien inventó esa palabra no sabía lo que hacía,
pero tú, que no has vivido jamás mas que en el instante,
tienes la llave de la puerta del tiempo.
Celebra ya, por fin, la vida,
la vida que te vive y en la que vives,
eres la vida misma viviéndose en tí,
y si llegas a creerlo vivirás en el milagro...
Por Luciano Gil en 18:00 3 comentarios Etiquetas: Conciencia, Sentires del alma
16 agosto 2014
¿Cómo se convierte uno en mariposa?
Una joven
le pregunta a una anciana: “¿cómo se convierte uno en mariposa?”. La anciana,
con un guiño en el ojo y una gran sonrisa, le responde: “Tienes que tener
tantos deseos de volar que estés dispuesta a dejar de ser una oruga”.
¿Cuán
dispuesto estás a dejar tu “capullo”? ¿Cuán dispuesto estás a liberarte de las
ataduras que se ven reflejadas en relaciones adictivas, destructivas…? ¿Cuán
dispuesto estás a empezar una nueva vida sin mirar atrás, sin dejar de huir,
sabiendo que cada instante de tu vida es una nueva oportunidad para liberarte
de tu vieja historia? ¿Cuán dispuesto estás a dejar de ser la victima de las
circunstancias y empezar a ser maestro de ellas?
El observador
comprende que puede leer miles de libros de autoayuda, estar sentado frente a
un gurú, frente a un maestro, tener multitud de pensamientos positivos, pero que
esto no sirve de nada si no acepta que lo que hay que hacer en la vida es
vivirla, pasar a la acción, que uno es el único responsable de todo lo que le
ocurre, que uno es el único que se puede ayudar a sí mismo y que es el único que
tiene que cambiar.
Por Luciano Gil en 17:15 1 comentarios Etiquetas: Autoayuda, Cambio, Salud, trabajillos
09 abril 2014
El amor libera, el deseo encadena
¡Cuántas cosas creemos saber...!
Más... a poco que pongamos en práctica lo que conocemos es cuando se convierte en una verdad para nosotros, hasta entonces era tan sólo una teoría más.
Y qué misericordiosa es la Vida, que por poco que hagamos nos devuelve mil por uno...
Es un gozo que ese conocimiento se plasme, se convierta en verdadero saber y dé sentido a nuestro caminar y a nuestra existencia...
Tan sólo queda decir: Gracias...
Por Luciano Gil en 21:50 3 comentarios Etiquetas: Cambio, Conciencia
08 septiembre 2013
Yo Soy la Luz en tí
Yo Soy la Luz en tí, esperando amorosamente que por fin me reconozcas y te reconozcas, pues Luz eres.
Te afanas tanto en lo externo, te sientes y crees tan incompleto cuando realmente nada se puede añadir a lo que eres, pues eres Mi Creación perfecta y sólo tu falta de reconocimiento y aceptación impiden que te realices, ya que en tu libre albedrío sólo es posible la medida que eres capaz de creer, y en base a ella estableces tu creación.
Deja de buscar fuera de tí, sólo encontrarás espejismos que se difuminarán antes o después, pues tienen su tiempo contado. Vuélvete a tu interior, busca lo impermanente, lo real, mas allá de la forma, tu auténtica naturaleza, e identificate con ella. No sufrirás más desengaños, pues ahí Me encontrarás a Mí y sabrás, por fin, quien eres, por qué existes y lo que Espero de tí...
Por Luciano Gil en 12:18 3 comentarios Etiquetas: Conciencia, Oraciones, Unidad
06 julio 2013
Reflexiones
¿Quién eres, amig@?
¿qué buscas en tu vida?
¿qué esperanzas e ilusiones te mueven?
¿vas tras tus sueños?
¿cuándo es para tí el momento?
¿cuál es tu virtud, esa que nadie puede vivir por tí y seguro que tienes?
¿crees en tí?, ¿te respetas y te amas?
Yo te bendigo y te amo, creo en tí y en tus posibilidades, reconozco tu Verdad, te apoyo, estoy contigo...
Por Luciano Gil en 11:47 3 comentarios Etiquetas: amistad, Conciencia, Palabra, Sentires del alma, Unidad
10 abril 2013
22 marzo 2013
El árbol solitario
Desde que era capaz de recordar siempre había
estado solo. Algunas veces, no obstante, tenía pequeños atisbos de sucesos muy
lejanos, como flashes que le transportaban a momentos de gran angustia en los
que unos hombres armados con unas máquinas que parecían rugir segaban la vida a
los enormes y longevos árboles que eran su pueblo. Él era tan pequeño que ni
siquiera repararon en su existencia, quizá por eso se salvó… No sabía si era
una pesadilla o un recuerdo real.
Su vida transcurría en la cima de su montaña, bajo
el sol implacable unos días, el agua justa para mantenerlo con vida y el viento
casi siempre constante que obligaba a sus raíces a agarrarse fuertemente a la
tierra para no ser arrancado. No se podía decir que su vida fuera fácil.
No obstante se sentía satisfecho y agradecido.
Gracias a él muchos caminantes que pasaban por allí eran capaces de orientarse
en su camino, era como un faro para ellos. Algunos, se acercaban hasta él para
contemplar el horizonte y aprovechaban para descansar a su sombra, apoyados
contra su ya viejo y arrugado tronco. Algunas avecillas habían hecho sus nidos
entre sus fuertes ramas, mientras que algunos pequeños animalillos venían a
visitarlo y a comer del alimento que de él caía.
“No me puedo quejar”, se decía a sí mismo, después
de todo no estoy tan sólo y, además, parece que soy útil a muchos otros seres…
Mas eso no le evitaba pensar de vez en cuando qué agradable sería vivir
formando parte de un bosque.
Cierto día de otoño, vio acercarse en la lejanía a
un hombre que parecía ya viejo, como él mismo. El hombre, con paso cansado y
lento se fue acercando poco a poco hasta que llegó junto a él. Dejó en el suelo
una bolsa que llevaba colgada del hombro. Miró el horizonte a su alrededor y
dijo:
“En todo cuanto mi vista alcanza a ver no hallo
motivo alguno para seguir viviendo. Todos mis seres queridos se marcharon ya,
estoy sólo, nadie se preocupa por mí, mi vida no tiene ya sentido. Lo mejor es
acabar pronto.
Y agachándose a su bolsa la abrió y sacó de ella
una soga que llevaba guardada, miró al árbol y buscó una rama que le pareciera
lo bastante fuerte. Lanzó la cuerda
alrededor de la rama e hizo un lazo en un extremo. Buscó unas piedras grandes y
las apiló bajo la cuerda, subió sobre ellas y se pasó el lazo alrededor del
cuello.
Miró a la lejanía por última vez antes de saltar
desde las piedras, y cuando iba a hacerlo escuchó que el árbol le decía: ¡detente insensato!, ¿qué vas a hacer?, ¿es
que acaso crees que tu vida te pertenece? Deja de medirte por lo que recibes y
comienza a pensar en lo que debes dar, que no se te concedió el don de la vida
para que dispusieras de ella sino para que a través de ella generaras más vida
y contribuyeras a que ésta se ampliara y perfeccionara. Quizá tu soledad sirve
para que otros sean capaces de valorar la compañía que tienen. Puede ser que
tus lágrimas rieguen algunos corazones secos en los que de otro modo no podría
brotar ni el más pequeño sentimiento. Tu vida no es tuya, amigo, tú eres de la
vida, todos somos de la vida, somos la vida misma que vive en nosotros, ¿cómo
sino podría existir ésta? El sentido de vivir no es recibir sino dar, y en ese
dar recibes, pues eres tú quien se da.
El viejo no podía creer lo que estaba oyendo, pero
aún le resultaba más increíble sentir que le importaba a alguien, parece que no
estaba tan solo como creía. Notó que el corazón se le aceleraba y las piernas
comenzaban a temblarle, y se dio prisa en quitarse el lazo del cuello y bajar
al suelo mientras los ojos le brotaban como manantiales junto al viejo tronco,
sollozando desconsoladamente.
Estuvo un tiempo dando rienda suelta a su emoción,
y cuando al fin consiguió calmarse un poco se incorporó, abrazó el grueso
tronco del anciano árbol y le dio las gracias por haberle salvado de su propio
egoísmo. A partir de ese instante se pondría al servicio de la vida, haría
cosas por los demás en vez de esperar a que los demás las hicieran por él, se
volvía a sentir precioso, útil y amado.
El viejo recogió sus cosas y se alejó por el
camino por el que había llegado, pero esta vez su paso era firme y decidido. Ya
lejos se paró y volvió la vista hacia el árbol para mirarlo por última vez. Le
pareció distinto, algo había en él que había cambiado. “Será mi estado de
ánimo”, se dijo a sí mismo.
Al mismo tiempo, el anciano árbol le daba también
las gracias al viejo, mientras que con los últimos rayos de sol contemplaba
cómo un pequeño retoño nacía junto a él, justo donde las lágrimas del viejo
regaron la tierra.
Por Luciano Gil en 21:19 3 comentarios Etiquetas: Cambio, Conciencia, Cuentos, fábulas, Humanismo Sanador, Sentires del alma
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