Una joven
le pregunta a una anciana: “¿cómo se convierte uno en mariposa?”. La anciana,
con un guiño en el ojo y una gran sonrisa, le responde: “Tienes que tener
tantos deseos de volar que estés dispuesta a dejar de ser una oruga”.
¿Cuán
dispuesto estás a dejar tu “capullo”? ¿Cuán dispuesto estás a liberarte de las
ataduras que se ven reflejadas en relaciones adictivas, destructivas…? ¿Cuán
dispuesto estás a empezar una nueva vida sin mirar atrás, sin dejar de huir,
sabiendo que cada instante de tu vida es una nueva oportunidad para liberarte
de tu vieja historia? ¿Cuán dispuesto estás a dejar de ser la victima de las
circunstancias y empezar a ser maestro de ellas?
El observador
comprende que puede leer miles de libros de autoayuda, estar sentado frente a
un gurú, frente a un maestro, tener multitud de pensamientos positivos, pero que
esto no sirve de nada si no acepta que lo que hay que hacer en la vida es
vivirla, pasar a la acción, que uno es el único responsable de todo lo que le
ocurre, que uno es el único que se puede ayudar a sí mismo y que es el único que
tiene que cambiar.