Llegará un día, cercano o lejano, en que se apagarán las luces de mi vida, sentiré las más absoluta oscuridad y todo aquí dejará de tener sentido.
Llegará el día en que no podré huir más de mí mismo. Entonces las excusas ya no tendrán valor, las justificaciones sólo serán palabras sin sentido, ningún lugar habrá donde esconderme y evitar enfrentarme a lo que hay. Tendré que verlo, aceptar plenamente las consecuencias de mis actos, dar cuentas del tiempo regalado y ver qué hice con él, con todo ese amor que se me dio formando un cuerpo vivo, que sintió frio, calor, gozo, ilusión, dolor…, todo lo que se me permitió y quise sentir, la responsabilidad y maravilla de ser el propio creador de mi experiencia buscando siempre el modo, aun sin saberlo, de que mi creación se realizara, juntando en el preciso instante las circunstancias necesarias para que así pudiera ser.
Un día llegará en que el sol se levantará por la mañana, pero no para mí, que aunque pueda estar aun aquí ya estaré lejos, con mis ojos abiertos a otro espacio donde existe una luz de otra sustancia, una luz que no tiene el opuesto de la noche y ante la cual es imposible ocultar nada.
Y mis oídos, cerrados al humano murmullo de las voces, tendrán que oír lo que en vida no quisieron, y aunque suene como navajas afiladas será sonido de vida, verdadero, sonido que no engaña, puro y cierto, con el que fueron creados universos, desgarrando la mentira que no soy y dejando solamente lo que vale.
Y hoy, sin saber cuántos amaneceres aún me quedan, quiero ser quien seré, y por ello cierro mis ojos a las multicolores luces destellantes que buscan verme atrapado en su destello, como mariposas nocturnas en la luz, vuelta tras vuelta hasta caer abrasadas sobre el suelo, y convertirse en abono de deseos que jamás me dejarían satisfecho.
Hoy decido que sello mis oídos a toda palabrería hueca por dentro, y al igual que en mi boca, solo permitiré pasar palabras escritas con tinta de verdad, rojas como la sangre, que vengan del corazón, y que sinceras deben ser para ser dignas de crear espacios nuevos, nuevas creaciones en las que lo que creo es el reflejo de mí mismo, pues con cada palabra viene un verbo que puesto en acción se manifiesta, y en su expresión me creo.
Hijo soy, pues, de mis obras e hijo también soy de mi verbo, pues éste crea mis acciones, y por ellas me muestro.
Y así, en esta noche que sobre mí avanza, sin saber cuanto queda para que el alba llegue, mi vida empeño toda con la sola intención de que, cuando llegue el momento en que por fin sea llamado, pueda quedar en paz, con todo cuanto vine a vivir bien dicho y hecho, sin nada ya pendiente, libre y dispuesto, solo ante mí, por mis creaciones hecho.